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El día que me detuve al pie de un maizal
y escuché el crujido de los largos tallos secos
movidos por el aire,
recordé algo que había olvidado hacía tiempo.

-Cesare Pavese-
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miércoles, 10 de octubre de 2012

LAS ZARZAS






 LAS ZARZAS













No juegues con esas zarzas, podrías
herir el trocito de piel
que no recubre tu blusa. Tú,
tan chiquitita, azul, lívida blusa
color de moras, no te sientes
tan cerca del brocal, boca negra,
lengua larga, profunda, interminablemente
roja, no te asomes, ahí,
no te asomes, no.













LA PALIDEZ DEL BOSQUE






LA PALIDEZ DEL BOSQUE










I


Es una espina porosa y lenta sobre la que se desliza un pez espada semejante a los ojos de una araña. La extraña sinfonía simula postes de nieve de los que penden dos largos párpados  cerrados al hollín de las cañerías.


Supuestamente estoy allí informe e inestable con una gran bola suspendida en mi cuello con la que juego a encontrar el porvenir siguiendo los colores cambiantes de dos gallos que sufren envueltos en sábanas  difuntas.


Subo de mano en mano por una escalera sin precedentes y me encuentro con el gran caracol cerrado de los días. Todo el salobre aire de las montañas está disuelto en la cortina que tumba y observa esta hora desconocida.


Y a pesar de estos estados de excepción en los que suelo recostarme, sigo sin comprender el rumor de los grandes amantes petrificados por una mujer incandescente.


Bajo la noche en cinta hay un saludo de campanario, he de saber pronunciar los sonidos que a lo ancho del bosque restallan en los árboles que de otro mundo llegan cautivos, su propósito es agrandar la luna, estos ojos sin nubes.


Que sea o no creíble, me es insustancial como el clamor de los mares al rumbo de la Tierra, en verdad, mi única pasión reside en el significado fluctuante de las cosas.


II


La cobertura de tus medias tiene un agua de color témpera que se asemeja a las constelaciones de tus piernas, si retrocedes, veo el sopor del aire fijado en tu garganta y siento un irrefrenable deseo de salir dando besos por una ventana que se desvanece.


III



Allí me acuesto y pongo mis labios en cruz con una inscripción en el timbre de las luciérnagas que dice así:

Todo amor aparece y desaparece
en el vestido invertebrado de la boca.



















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