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El día que me detuve al pie de un maizal
y escuché el crujido de los largos tallos secos
movidos por el aire,
recordé algo que había olvidado hacía tiempo.

-Cesare Pavese-
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¡Alégrate!




¡Alégrate!






 


Alégrate, porque estás viva.

Puesto que todo te duele,
la vida que te robaron,
la que entregaste tú cuando apenas
conocías el abrir y cerrar de tus ojos.

¡Siente!
Siente el fragor de las hordas
aventar tu silencio
y saquear
hasta los últimos intersticios.

¡Escucha!
Oye cómo proclaman verdad,
qué claro gritan,
siente las torceduras de tus cartílagos,
oye vaciarse de historia tus antebrazos,
ve. Ve y palpa, inmovilízate
para que caigan de adentro
hasta los últimos andamiajes
porque no hay nada más
incomparablemente vacío
como una voz
sin cadenas.












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